En Daniel 8, él describe una visión tan compleja y profunda que afirma: "Me quedé asombrado de la visión, y nadie la comprendía". Esta expresión resalta el carácter misterioso e inaccesible de la revelación divina en ese momento. Nadie en la época de Daniel tenía la capacidad de comprender completamente el significado de esta profecía, hecho subrayado también por el ángel que le habló.
Su visión se refiere a un poder simbolizado por el "cuerno pequeño". Este cuerno crece y adquiere influencia, convirtiéndose en una fuerza mayor con impacto en el "Lugar Santo" y en la historia de la humanidad. El ángel le dice a Daniel que la visión no se refiere solo al contexto contemporáneo de Daniel, sino al "tiempo del fin", aclarando que los eventos descritos sucederán mucho más tarde en el tiempo. Esta visión estaba ligada al final de un largo periodo de tiempo, y su significado solo sería revelado por completo en esos tiempos distantes.
Un aspecto crucial de la visión es la clara instrucción que Daniel recibe: "Tú, cierra la visión, porque es para días lejanos". Este acto de sellar resalta que la interpretación correcta de esta profecía no estaría disponible para las generaciones pasadas, sino que estaba destinada a ser revelada solo en el momento adecuado, cuando "el tiempo del fin" estuviera cerca. Así, la profecía ha permanecido sellada durante miles de años, protegida de interpretaciones prematuras o incorrectas.
Otro elemento significativo de la visión es el período de "dos mil trescientas tardes y mañanas", del cual se dice que pasará antes de que "el Lugar Santo sea purificado". Este no es un período ordinario de días literales, sino un cálculo profético en el que un día simboliza un año. Así, el período de 2300 años se convierte en un punto de referencia esencial para identificar el momento en que la interpretación de la visión será clara y entendida.
"La visión de las tardes y mañanas, que se ha dicho, es verdadera" — una reafirmación de la veracidad de la profecía y su importancia para los "tiempos distantes". Esta frase subraya una vez más que la visión de Daniel no es solo un mensaje vago o simbólico, sino una realidad que se cumplirá exactamente como fue profetizada. Por lo tanto, Daniel recibe nuevamente la instrucción de sellar la visión, que está destinada a ser descifrada y comprendida solo cuando se cumpla el tiempo especificado.
En conclusión, la interpretación correcta de esta visión no podía ser conocida en los días de Daniel ni en los siglos inmediatamente posteriores a él. Este conocimiento está reservado para el tiempo del fin, y el ángel aclara que solo en esos tiempos "la visión será comprendida". Es esencial entender que el sellado de la visión tenía un propósito preciso: impedir una comprensión prematura y asegurar que su verdad fuera revelada solo en el momento adecuado, con el cumplimiento de los 2300 años.
A lo largo de los siglos, algunos comentaristas bíblicos han asociado el "cuerno pequeño" de la visión de Daniel con la figura histórica de Antíoco Epífanes. Este, un gobernante helenístico del siglo II a.C., es conocido por la profanación del Templo de Jerusalén y por sus persecuciones contra los judíos. En esta luz, muchos han visto en Antíoco el cumplimiento de la profecía sobre el "cuerno pequeño".
Sin embargo, esta interpretación no es correcta. La profecía de Daniel hace referencia clara al "tiempo del fin" (Daniel 8:17), y Antíoco Epífanes vivió mucho antes de ese momento. La visión no se refiere solo a un evento local en la historia judía, sino a "tiempos distantes" que aún no se habían cumplido en los días de Antíoco. Si la interpretación correcta estuviera relacionada con él, no tendría sentido que la visión fuera sellada y reservada para el futuro. La profecía habla de eventos que tendrán lugar solo en el tiempo del fin, por lo que Antíoco no puede ser el personaje central de esta visión.
Daniel es advertido de que la visión no será entendida antes de tiempo, lo que subraya la necesidad de sellarla: "Tú, cierra la visión, porque es para días lejanos" (Daniel 8:26). Por lo tanto, las interpretaciones que surgieron antes del cumplimiento de las 2300 tardes y mañanas son erróneas, porque el tiempo para desvelar la visión aún no había llegado. Esta es la esencia del malentendido que ha persistido a lo largo de los siglos, incluida la interpretación incorrecta que vincula a Antíoco con el "cuerno pequeño".
Incluso en tiempos de Jesús, el "tiempo del fin" aún estaba distante. En Mateo 24, los discípulos le preguntaron sobre las señales del fin y el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento: "¿Y cuál será la señal de tu venida y del fin del siglo?" Esta pregunta reflejaba su preocupación por el momento en que todas estas profecías se cumplirían.
En ese momento, alrededor del año 30 d.C., el Templo de Jerusalén aún existía. Aunque los discípulos podían haber asociado el "Lugar Santo" de la profecía de Daniel con el templo físico, Jesús les explicó que las profecías no se referían directamente a ese templo. El verdadero significado del "Lugar Santo" en la visión de Daniel es mucho más profundo. No se trata solo de un lugar físico o un edificio específico en Jerusalén, sino de toda la adoración auténtica y la revelación divina que Dios había ofrecido a Su pueblo.
Jesús vivió aproximadamente 200 años después de Antíoco Epífanes, pero los eventos descritos en la visión de Daniel aún estaban lejos de cumplirse por completo. Antíoco fue solo una pequeña secuencia en la larga cadena de eventos que seguirían. A pesar de los sucesos ocurridos durante el tiempo de Antíoco, la actividad del "cuerno pequeño" estaba lejos de haber terminado. Como estaba claro en la profecía, esta se desarrollaría durante un período mucho más largo, y los discípulos de Jesús entendieron que el "tiempo del fin" aún no estaba cerca.
Así pues, la actividad profética asociada con el "cuerno pequeño" no terminó ni en el tiempo de Jesús ni inmediatamente después. Los eventos profetizados se extienden a lo largo de un período prolongado, y el "tiempo del fin" indicado por Daniel sigue siendo un punto de referencia para el cumplimiento completo de la visión.
En el año 2024, surgió una nueva interpretación de la profecía de Daniel relacionada con el "cuerno pequeño". Esta interpretación no se basa en especulaciones, sino en un análisis riguroso, fundamentado en pruebas teológicas, históricas y filosóficas, que pueden ser verificadas por cualquiera. A diferencia de las interpretaciones tradicionales que se han promovido a lo largo de los siglos, esta nueva revelación de la profecía ofrece una comprensión completamente diferente y mucho más precisa.
Esta interpretación afirma que el tiempo para comprender la visión de Daniel ha llegado ahora, en el "tiempo del fin". Es esencial que aquellos interesados en entender correctamente la profecía presten atención a este descubrimiento y "lean y entiendan", tal como nos instó el mismo Jesús. "El que tiene oídos para oír, que oiga", y aquellos que buscan la verdad deben concentrarse en esta nueva interpretación. Este mensaje es vital para nuestro tiempo, ya que la clave para entender la profecía finalmente ha sido descifrada, y quienes buscan la verdad deben estar atentos a esta revelación.
Para entender correctamente la aparición del "cuerno pequeño", primero debemos establecer el contexto histórico en el que este cuerno pudo aparecer. Después de la muerte de Alejandro Magno, su imperio fue dividido entre cuatro generales. Estos generales tomaron el poder en diferentes regiones del antiguo imperio. El último de estos generales murió en el año 280 a.C.
Según las pruebas históricas, el período de los CUATRO REINOS HELENÍSTICOS, que siguió a la muerte de Alejandro Magno, también terminó alrededor del año 280 a.C., cuando el Reino Lisimácida desapareció por completo.
Revisemos lo que les sucedió:
El problema histórico:
Entonces, después del 280 a.C., ya no se puede hablar de CUATRO REINOS, sino solo de tres. Sin embargo, la profecía habla de cuatro cuernos y cuatro reinos. Por lo tanto, ESTE ES EL MOMENTO en que el "cuerno pequeño" indicado por la profecía debe comenzar su dominio.
En conclusión, podemos decir que, independientemente de cómo establezcamos el final de su dominio, ya sea refiriéndonos a los cuatro generales de Alejandro Magno o a los cuatro reinos, llegamos al año 280 a.C., que fue el año en que se abrió el "camino" para la afirmación del "cuerno pequeño", y el período de 2300 años comenzó a desarrollarse. La profecía menciona claramente que al final de este período, el "Santuario" será purificado.
¿Qué poder surgió de la Antigua Grecia en el año 280 a.C. que cumplió con todos los detalles proféticos? La respuesta es clara y precisa: La Filosofía. Nació en la Antigua Grecia y comenzó a extenderse rápidamente después de esta fecha, influyendo profundamente en todos los aspectos de la vida, desde la política hasta la religión y la cultura. A diferencia de los poderes militares que dominaron anteriormente, la Filosofía conquistó el mundo a través del pensamiento y la ideología, rechazando cualquier forma de revelación divina y reemplazando las creencias tradicionales con explicaciones racionales, basadas en la razón humana.
La Filosofía tomó el control no mediante la fuerza militar, sino a través de la influencia intelectual y cultural. Este es el poder que surgió después del año 280 a.C. y que correspondió exactamente a la descripción del "cuerno pequeño" en la profecía de Daniel. Comenzó a rechazar cualquier forma de revelación divina y puso en su lugar la razón y el intelecto humano como las únicas fuentes de verdad.
Esta nueva interpretación ofrece una respuesta clara a la pregunta sobre qué poder surgió después del año 280 a.C. La Filosofía fue la que tomó el control y continuó expandiendo su influencia, convirtiéndose en una fuerza dominante en el mundo. Este "cuerno pequeño" comenzó de manera modesta, pero con el tiempo se expandió y ganó un poder inmenso, influyendo en la forma en que la humanidad piensa y se relaciona con el mundo que la rodea.
Después del año 280 a.C., la Filosofía surgió como un nuevo poder en el mundo, no solo por su influencia sobre la política y la cultura, sino también por su rechazo activo a la Revelación divina. La Filosofía comenzó a desafiar las ideas religiosas tradicionales y a ofrecer explicaciones basadas en la razón y la lógica humana. En particular, esta ideología consideraba que todos los escritos religiosos del mundo, sin excepción, eran productos de la imaginación y la ilusión humana. Esto significaba que, para los filósofos, ninguna revelación divina, independientemente de la religión de la que proviniera, tenía validez absoluta. Estas eran vistas solo como meras construcciones mentales, sin base real en una intervención divina.
La Filosofía desafió profundamente la idea de que los seres humanos pudieran recibir revelaciones directas de Dios, y este pensamiento dominó el espacio intelectual de la época, provocando grandes cambios en la forma en que la humanidad entendía su relación con la divinidad. En lugar de aceptar las revelaciones transmitidas por profetas o escrituras, la Filosofía puso la razón humana en primer lugar, afirmando que el hombre, mediante el poder de su pensamiento, podía descifrar los misterios del universo sin la ayuda de ninguna entidad divina.
Antíoco Epífanes, uno de los personajes históricos frecuentemente asociados con la profecía de Daniel, fue profundamente influenciado por esta ideología filosófica. Aunque algunos lo han considerado un líder tiránico que actuó por pura crueldad, sus acciones estaban motivadas por ideas profundamente filosóficas. Antíoco fue influenciado directamente por los conceptos de la filosofía helenística, una filosofía que rechazaba las revelaciones divinas tradicionales y promovía un mundo basado en la razón y la cultura humana.
Un ejemplo concreto de cómo Antíoco actuó bajo esta influencia filosófica es el decreto que emitió alrededor del año 167 a.C., conocido como el Decreto de Antíoco IV Epífanes sobre la Finalización de la Enseñanza Tradicional en Favor de la Filosofía Griega. Este decreto prohibía la educación religiosa tradicional e imponía la filosofía griega como el estándar educativo en el imperio. Antíoco estaba decidido a cambiar fundamentalmente la forma en que la gente se relacionaba con la religión e imponer la ideología filosófica, promoviendo así un enfoque intelectual que rechazaba la idea de la intervención divina en el mundo. En su visión, la educación filosófica era la clave para el progreso y la civilización, y las revelaciones religiosas debían ser eliminadas.
El decreto de Antíoco Epífanes, aunque significativo, fue solo una pequeña parte de lo que la filosofía ha logrado a lo largo de los 2300 años. La profecía de Daniel especifica que el período de influencia del "cuerno pequeño" durará 2300 "tardes y mañanas", es decir, 2300 años. Este largo período de tiempo no se limita solo a Antíoco o a la Antigua Grecia, sino que se extiende por una duración mucho mayor, cubriendo toda la historia de la civilización humana desde el año 280 a.C. hasta el presente.
Durante este período, la filosofía ha influido profundamente en el pensamiento humano, provocando cambios importantes en áreas como la educación, la religión y el gobierno. Los filósofos, a lo largo de estos 2300 años, han continuado desafiando las revelaciones divinas y promoviendo un mundo en el que el hombre, y no Dios, sea el centro del universo. Desde la Antigua Grecia hasta la época moderna, la filosofía ha tenido un impacto significativo en la forma en que la humanidad entiende su existencia y su lugar en el mundo.
Esta influencia filosófica, que ha ido creciendo gradualmente con el tiempo, ha llevado a lo que vemos hoy: un mundo dominado por ideas racionales y seculares, donde las creencias religiosas a menudo son vistas con escepticismo o incluso completamente rechazadas.
Aunque el ataque de Antíoco Epífanes contra la religión judía culminó con la profanación del Templo y la ofrenda de sacrificios impuros, aparentemente fue derrotado, y el "Santuario fue purificado" físicamente de estos actos de profanación, su impacto ideológico fue mucho más profundo. En realidad, Antíoco logró introducir la filosofía helenística en el corazón de la religión judía, una influencia que se manifestaría plenamente en la época de Jesús.
Aunque la revuelta de los macabeos logró liberar el Templo y restaurar las prácticas religiosas tradicionales, la filosofía griega permaneció arraigada en la mentalidad de los líderes religiosos de la época. En tiempos de Jesús, encontramos dos grupos principales: los fariseos y los saduceos, cuya teología estaba profundamente influenciada por las corrientes filosóficas griegas. Estos grupos ya no estaban centrados en la revelación auténtica de las Escrituras, sino que habían modelado sus creencias religiosas de acuerdo con las ideas filosóficas helenísticas.
Los fariseos eran conocidos por su insistencia en la estricta observancia de la Ley y las tradiciones orales. Sin embargo, lo que a menudo no se reconoce es la influencia de la filosofía estoica en la teología de los fariseos. El estoicismo, una corriente filosófica que promovía el control sobre las emociones y la aceptación de una ley moral universal, tuvo un gran impacto en los fariseos. Adoptaron del estoicismo la idea de que la Ley, en su forma puramente externa, era suficiente para definir al hombre como moral y justo.
Los fariseos se centraban en una forma extremadamente legalista de religión, donde la observancia de las reglas y tradiciones impuestas por ellos se convertía en la medida absoluta de la justicia. Aunque aparentemente basaban sus enseñanzas en las Escrituras, sus interpretaciones a menudo estaban influenciadas por conceptos estoicos, que ponían el énfasis en la autodisciplina y en una conformidad rigurosa con las reglas, sin dar el mismo valor a la relación espiritual profunda con Dios. Así, su religión se transformaba en una aplicación mecánica de la ley, más que en una práctica de fe viva, basada en la revelación auténtica.
Por otro lado, los saduceos estaban influenciados por la filosofía epicúrea, que era escéptica ante lo sobrenatural y promovía una vida centrada en placeres moderados y la razón. Los epicúreos sostenían que el mundo material era todo lo que existía y que cualquier forma de vida después de la muerte era una ilusión. Los saduceos, de manera similar, rechazaban ideas fundamentales de la fe judía, como la resurrección de los muertos, la existencia de ángeles y espíritus, estando mucho más orientados hacia la razón y el escepticismo.
Esta influencia epicúrea llevó a los saduceos a adoptar una forma de religión secularizada, en la que se ponía el énfasis en el presente y en las cosas tangibles, ignorando o minimizando las dimensiones sobrenaturales y escatológicas de la revelación divina. A diferencia de los fariseos, que ponían énfasis en la observancia de la ley, los saduceos preferían ver la religión como un conjunto de reglas racionales que gobernaban el orden social, sin implicar lo sobrenatural. Rechazaban todo lo que no podía explicarse desde la perspectiva de la razón y no se alineaban con las expectativas mesiánicas o espirituales del pueblo.
Así, la influencia de la filosofía helenística, inicialmente introducida por Antíoco Epífanes, se infiltró profundamente en la religión judía de la época. Tanto fariseos como saduceos construyeron sus teologías no sobre la revelación divina auténtica de las Escrituras, sino sobre ideas inspiradas en filosofías que rechazaban lo sobrenatural o imponían una visión rígida de la ley. Los enfrentamientos de Jesús con estos grupos reflejan no solo una lucha por restaurar la verdadera fe, sino también una respuesta a la infiltración de la filosofía en la teología de la época.
Una de las pruebas más claras de la influencia de la filosofía griega sobre la teología judía en tiempos de Jesús es la acusación de blasfemia que se le hizo por declararse "Hijo de Dios". Según la idea filosófica de las esencias, inspirada por el pensamiento de Aristóteles, un hombre no podía tener una esencia divina. Esta fue la base de las acusaciones de blasfemia, ya que los judíos, influenciados por estas concepciones filosóficas, consideraban que Jesús, siendo hombre, no podía reclamar un estatus divino. En la concepción filosófica aristotélica, lo divino y lo humano estaban completamente separados, y las afirmaciones de Jesús eran percibidas como una violación de esta visión.
Sin embargo, la Revelación de las Escrituras no se basaba en esta separación rígida, sino en el concepto de la unción divina. Jesús no afirmaba tener una "esencia divina" en el sentido filosófico, sino que Él es el Ungido, el Mesías, cumpliendo la voluntad del Padre en base al Pacto. Él actuaba y hablaba en nombre de Dios, con el mandato divino de cumplir la misión para la cual fue enviado. Jesús combate las acusaciones de blasfemia usando las mismas Escrituras: “Si la Ley llama ‘dioses’ a aquellos a quienes les fue dirigida la palabra de Dios, y la Escritura no puede ser quebrantada, ¿cómo decís que blasfemo yo, a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dije: ‘Soy Hijo de Dios’?” (Juan 10:34-36). Así, Jesús explica que Él no reclama una esencia divina, sino que actúa en conformidad con las Escrituras, que legitiman su identidad como "Hijo de Dios" mediante la unción y santificación, en armonía con la voluntad del Padre, no con la filosofía ni con teorías sobre esencias.
La racionalidad es un don divino otorgado a cada hombre por Dios. Representa la capacidad de discernir entre el bien y el mal, tomar decisiones morales y vivir de acuerdo con la voluntad divina. El hombre común, incluso sin una educación especial, posee esta racionalidad innata que le permite entender las cosas esenciales de la vida. Es suficiente para que el hombre viva de manera moral y correcta, basándose en la revelación de Dios y en su propia conciencia. La racionalidad otorgada por Dios es clara y accesible, siendo parte del orden divino de la creación.
En contraste, lo que los filósofos llaman RAZÓN no se refiere a esta capacidad natural y accesible para todos, sino a un sistema complicado de pensamiento construido sobre teorías y especulaciones propias. Los filósofos se arrogan un derecho exclusivo a definir la verdad, el bien y el mal, basándose en sus propias teorías y dogmas, ignorando la revelación divina. Esta RAZÓN filosófica es vista como un proceso intelectual superior, accesible solo a aquellos iniciados en el pensamiento abstracto, considerando que el hombre común no es capaz de alcanzar el mismo nivel de conocimiento.
Los filósofos pretenden que solo mediante esta RAZÓN especial pueden llegar a verdades universales y al entendimiento de la realidad, situando así su pensamiento por encima de la simple racionalidad, otorgada por Dios a todos los hombres. No solo se reclaman una superioridad sobre la gente común, sino que también intentan redefinir la verdad y la moralidad, complicando y distorsionando lo que es claro y simple en la revelación divina. En lugar de aceptar que cada hombre, con la racionalidad dada por Dios, puede vivir una vida moral y correcta, complican esta relación con lo divino, introduciendo especulaciones que alejan al hombre de la verdad.
Así, la RAZÓN de los filósofos no agrega valor a la verdad o a la moralidad, sino que crea una distancia entre las personas y la revelación clara de Dios. Mientras que el hombre común usa su racionalidad para entender lo que es bueno y lo que es malo, los filósofos crean un sistema complejo que busca dominar el pensamiento, rechazando la revelación simple y accesible del Creador. Esta distinción es esencial para entender cómo la filosofía se ha colocado por encima de la revelación divina, mediante una forma de razón exclusivista, que pretende poseer la verdad, pero que en realidad complica y distorsiona lo que ya está claramente establecido por Dios.
Después de que la filosofía tuvo un impacto importante en la religión judía, la misma influencia comenzó a penetrar también en el cristianismo en los primeros siglos después de la muerte de Jesús. A medida que el cristianismo se expandía por el mundo grecorromano, muchos conceptos filosóficos fueron integrados en las doctrinas y enseñanzas de la iglesia, lo que llevó al establecimiento de dogmas basados en la filosofía, y no en la pura revelación divina. Estas influencias filosóficas se cristalizaron en ciertas enseñanzas que persisten hasta hoy en la mayoría de las iglesias cristianas.
Un ejemplo central de esta infiltración filosófica es la doctrina de la Trinidad, que no se basa en la revelación clara de las Escrituras, sino en conceptos filosóficos sobre la esencia de Dios, desarrollados en el siglo IV. En lugar de basarse en la enseñanza bíblica sobre Dios como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, la iglesia adoptó la idea filosófica de la unidad esencial de las tres "personas" divinas. Esta doctrina fue desarrollada utilizando conceptos griegos sobre sustancia y ser, en particular influencias de Platón y Aristóteles, filósofos que influyeron en los primeros teólogos al formular este dogma.
Otro ejemplo es la doctrina sobre la doble naturaleza de Jesús, que afirma que Jesús es a la vez completamente divino y completamente humano. Este concepto, aunque parece compatible con las Escrituras, fue formulado y definido en términos de la filosofía griega sobre naturaleza y esencia. Así, se introdujo en la teología la idea de que Jesús posee dos naturalezas distintas en una sola persona, una enseñanza que tiene sus raíces en la metafísica griega, más que en la clara revelación bíblica.
Asimismo, la doctrina del pecado original es otro ejemplo de influencia filosófica. Esta fue elaborada por Agustín, un teólogo fuertemente influenciado por la filosofía neoplatónica, quien veía la naturaleza humana como corrompida en su esencia, debido a un pecado transmitido hereditariamente desde Adán y Eva. La idea de una "naturaleza pecaminosa" hereditaria tiene más que ver con los conceptos filosóficos sobre la esencia y la degeneración, que con la enseñanza directa de las Escrituras sobre la responsabilidad personal de cada uno ante Dios.
Además, el concepto de la inmortalidad del alma, que es ampliamente aceptado en muchas iglesias cristianas, no tiene su origen en la revelación divina del Antiguo o Nuevo Testamento, sino que proviene de la filosofía platónica, que ve el alma como inmortal y separada del cuerpo. Sin embargo, en las Escrituras, la enseñanza sobre la muerte y la resurrección pone énfasis en la muerte como un estado de sueño y en la resurrección del cuerpo al final de los tiempos, no en una inmortalidad intrínseca del alma. Este concepto filosófico cambió drásticamente la percepción de los cristianos sobre la muerte y la vida después de la muerte.
Estos ejemplos muestran cómo la Filosofía ha penetrado en los dogmas fundamentales del cristianismo, modificando el mensaje original de las Escrituras. En lugar de que los dogmas cristianos se basen exclusivamente en la revelación bíblica, han sido modelados a través del prisma de la filosofía griega sobre la esencia, la naturaleza y la metafísica. Estas doctrinas, en lugar de ser puramente bíblicas, son una combinación de enseñanzas inspiradas y conceptos filosóficos que han distorsionado la comprensión original de la fe cristiana.
Así, la filosofía ha logrado influir y moldear el cristianismo de manera significativa, dejando una profunda huella en la teología de la iglesia, que persiste hasta el día de hoy. Esta integración de la filosofía ha llevado a una reinterpretación de la revelación divina y a la formación de dogmas contaminados por especulaciones filosóficas.
A lo largo de 2300 años, la Filosofía ha representado un ataque continuo y sistemático a la Revelación divina. Los filósofos han intentado ya sea destruir completamente las revelaciones sagradas o "reinterpretarlas" a la luz de sus propias doctrinas racionales y humanas. Este ataque no ha sido brutal y directo, sino más bien sutil y sistemático, actuando a través de la crítica a la religión, cuestionando lo sobrenatural y tratando de reducir las creencias religiosas a simples supersticiones o mitos.
Esta estrategia de reinterpretación de las revelaciones divinas ha sido extremadamente peligrosa, ya que ha utilizado la razón como la herramienta principal para cuestionar la validez de las escrituras y las profecías. Los filósofos promovieron la idea de que todas las religiones y textos sagrados eran productos de la imaginación y del psiquismo humano, no de una intervención divina auténtica. A través de la racionalización y la reducción de la religión a una simple experiencia humana, han socavado las creencias religiosas desde dentro, creando confusión y dudas.
La Filosofía no se ha limitado solo a la destrucción física de textos o monumentos religiosos, sino que ha atacado el mismo fundamento de la fe. A través de sus diversas ramas, ya sea escepticismo, materialismo o racionalismo extremo, la filosofía siempre ha intentado ofrecer alternativas a las respuestas religiosas, proponiendo que el hombre puede entender el universo y la vida sin la ayuda de ninguna revelación divina.
A lo largo de la historia, la Filosofía no solo ha atacado la revelación divina, sino que también ha sometido muchas religiones a sus propios dogmas y concepciones, transformándolas y adaptándolas a los principios filosóficos dominantes. Con el tiempo, muchas religiones se vieron obligadas, por presiones legales o sociales, a alinearse con la visión secularizada y racional que la filosofía imponía. Religiones que antes se basaban en la revelación divina llegaron a ajustar sus dogmas para armonizar con la filosofía humanista, racional y secular.
En muchos casos, las religiones fueron tan influenciadas por la filosofía que llegaron a imponerse a sí mismas dogmas compatibles con las ideas filosóficas. A través de un proceso gradual de adaptación, las creencias religiosas fueron reinterpretadas para conformarse con el nuevo orden filosófico. Así, la doctrina de la revelación divina, que debería ser inmutable, fue a menudo modificada para ajustarse a la visión racional y humanista impuesta por la filosofía dominante.
Además, en muchos casos, la religión no solo se adaptó voluntariamente a la filosofía dominante, sino que fue obligada a hacerlo mediante la fuerza de las leyes civiles y sociales. Especialmente en las sociedades modernas, muchas religiones han tenido que someterse a la filosofía bajo restricciones legales, ya sea en cuestiones de educación, moralidad u otros temas sensibles. La filosofía impuso así sus reglas y normas, transformando las religiones en estructuras que deben conformarse con los valores seculares y racionales de la sociedad moderna.
Por lo tanto, la Filosofía no solo cuestionó la revelación divina, sino que extendió su influencia sobre las religiones de todo el mundo, moldeándolas de acuerdo con sus propios dogmas racionales y seculares. Esto ha socavado sutilmente la autenticidad y autoridad de la revelación divina, reemplazándola con un sistema de pensamiento basado en la razón y la comprensión humana, sin apelación a lo sobrenatural.
La Filosofía, que comenzó a expandirse e imponer sus ideas después del año 280 a.C., se ha convertido hoy en la dueña del mundo. A lo largo de los 2300 años proféticos, la filosofía superó las fronteras de la antigua Grecia y se expandió por todo el Imperio Romano y más allá, influyendo profundamente en el pensamiento y las estructuras sociales del mundo moderno. En la actualidad, la mayoría de los estados del mundo se fundan en bases filosóficas, gobernados por principios racionales y seculares que reflejan la ideología filosófica de rechazo a la revelación divina.
Con el tiempo, la filosofía se impuso como una autoridad suprema sobre todos los aspectos de la vida humana. Desde el gobierno hasta la educación, desde la ciencia hasta la cultura, la filosofía ha modelado las estructuras y valores de la sociedad. A los estados modernos les falta una base religiosa auténtica y se apoyan exclusivamente en concepciones racionales y humanistas. Así, la religión ha sido marginada y considerada un asunto personal o cultural, mientras que la filosofía se ha convertido en la nueva "ley" que gobierna las decisiones políticas y sociales.
Este dominio de la filosofía no es solo cultural o académico, sino un dominio real que influye profundamente en todas las naciones del mundo moderno. La política y el gobierno global están estructurados de tal manera que los principios filosóficos se implementan de manera legal y sistemática, y las revelaciones divinas y prácticas religiosas son cada vez más empujadas al margen, subordinadas a las leyes y valores filosóficos.
La Filosofía ha extendido su poder e influencia sobre el mundo durante 2300 años, pero esta dominación fue permitida por Dios solo hasta un cierto punto. Después de este período profético, sin la intervención de ninguna mano humana, Dios intervendrá directamente para poner fin a esta locura y blasfemia filosófica que ha dominado al mundo.
La profecía de Daniel indica claramente que la Filosofía dominará el mundo solo por un período limitado, y después de que terminen los 2300 años, Dios actuará sin la ayuda humana para restaurar el orden divino. La Filosofía, que elevó la razón humana por encima de la revelación divina, será detenida repentinamente y sin el poder de ninguna mano humana. Esta es una acción exclusiva de Dios, que no necesita el apoyo o la intervención de los humanos para poner fin a la dominación de la filosofía y para limpiar el "Lugar Santo".
Esta intervención divina es inevitable y marcará el final del período de influencia de la filosofía, que ha moldeado el pensamiento y las estructuras del mundo durante 2300 años. Aunque la filosofía se ha extendido enormemente y se ha convertido en una fuerza global aparentemente imbatible, el plan de Dios es claro: esta dominación tendrá un fin, y la restauración del orden divino ocurrirá sin la ayuda de ninguna mano humana. Es una acción directa y exclusiva del Creador, que pondrá fin a esta era de racionalismo y rechazo de la revelación.
Así, a pesar de su gran poder e influencia, la Filosofía no podrá detener la intervención de Dios, quien restaurará el orden divino en el mundo. La Filosofía, que fue permitida para dominar solo por un tiempo limitado, terminará su misión, y la revelación divina triunfará a través de la intervención directa del Creador.
La inminente intervención de Dios, que pondrá fin a la dominación de la filosofía, ha sido anunciada claramente tanto por Jesús como por todos los profetas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Esta acción divina no es un evento aislado o inesperado, sino que fue predicha mucho tiempo antes, como parte del plan divino para restaurar el orden en el mundo. En Mateo 24, Jesús advierte sobre las señales del fin y los momentos difíciles que vendrán antes de que Dios intervenga directamente en la historia de la humanidad.
Los profetas del Antiguo Testamento hablaron de un tiempo en que Dios pondrá fin a las obras humanas que contradicen la revelación divina, y los profetas del Nuevo Testamento continuaron advirtiendo sobre esta intervención. La dominación de la filosofía, esta herejía intelectual que ha rechazado la revelación divina, será reemplazada por el orden establecido por el Creador. Esto marcará el fin de una era en la que el hombre, mediante la razón y el conocimiento, ha intentado elevarse por encima de Dios.
Jesús, a través de sus palabras y advertencias a los discípulos, fue muy claro: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mateo 24:35). Este mensaje confirma que las profecías divinas son seguras e inevitables. La intervención de Dios no podrá ser detenida por nadie y vendrá en el momento adecuado, tal como lo predijeron todos los profetas.
La intervención del Creador no es solo un tema central en la Biblia, sino que también está presente en muchas otras revelaciones religiosas en todo el mundo. Todas las grandes religiones tienen enseñanzas que hablan de un tiempo en que Dios intervendrá directamente para restaurar el orden y corregir las desviaciones humanas. Esto demuestra una verdad universal que atraviesa fronteras culturales y religiosas.
En las tradiciones religiosas de la India, China, Persia y otras regiones del mundo, se encuentran profecías y enseñanzas que indican que el orden divino será restaurado. Estas profecías y escritos reflejan la expectativa universal de una intervención divina que corregirá las injusticias y pondrá fin a la dominación de la filosofía, el materialismo y el secularismo.
Estas diversas revelaciones, aunque varían en su expresión y contexto, transmiten el mismo mensaje fundamental: Dios no permitirá que el error humano, manifestado a través de ideologías que rechazan lo divino, continúe indefinidamente. Las revelaciones presentes en todas las grandes religiones del mundo apuntan al mismo punto culminante: una intervención divina que transformará el mundo y traerá la restauración del orden divino.
La profecía de Daniel sobre "el cuerno pequeño" que "se engrandecerá mucho" se ha cumplido plenamente en la filosofía que comenzó a ejercer su influencia después del año 280 a.C. La Filosofía, que al principio fue solo un movimiento intelectual relativamente restringido, se expandió sin cesar, acaparando todos los ámbitos de la vida humana, desde la política hasta la religión y la educación. Con el tiempo, esta ideología se transformó en una fuerza gigantesca que ha tomado el control de todo el mundo.
Hoy, la Filosofía gobierna el mundo entero, influyendo en todos los aspectos de la vida cotidiana y en las decisiones sociales y políticas. Es una fuerza sutil, pero extremadamente peligrosa, que ha logrado imponer sus dogmas en todas partes. La Filosofía ya no es una simple curiosidad intelectual o una forma de ver el mundo, sino que se ha convertido en la fuerza que gobierna naciones enteras. Las enseñanzas religiosas están o bien subordinadas a esta filosofía, o bien reinterpretadas para alinearse con sus principios racionales y seculares.
La Filosofía ha penetrado en todas las instituciones del mundo moderno y ha moldeado las concepciones sobre la realidad, la moralidad y la existencia. Ha transformado la forma en que las personas se relacionan con Dios, poniendo el énfasis en la razón, el conocimiento y explicaciones puramente naturales, en detrimento de la fe y la revelación divina. "El cuerno pequeño" se ha hecho "gigante" y domina el mundo entero, tal como Daniel profetizó hace miles de años.
La nueva interpretación de la profecía de Daniel, que identifica la filosofía como el "cuerno pequeño", es completamente desconocida para el mundo hasta ahora. Esta nueva comprensión ha surgido apenas en este momento, en el "tiempo del fin", el momento profético en el que la visión de Daniel debía ser descifrada y comprendida correctamente. Esta es una señal clara de que ha llegado el momento adecuado para entender el mensaje de la profecía. Durante 2300 años, esta visión estuvo sellada e inaccesible para las generaciones pasadas, pero ahora ha sido desellada, y esta es la clave que nos permite ver y entender la verdad.
La profecía de Daniel siempre ha sido un desafío para teólogos e investigadores, pero solo ahora, al final del período de 2300 años, la interpretación correcta ha salido a la luz. El hecho de que haya surgido una nueva interpretación, justo en el momento destinado para esta revelación, es una señal poderosa de que el "tiempo del fin" está cerca. Esta interpretación debe tomarse en serio y analizarse con cuidado por cualquiera que todavía crea en la Revelación de Dios.
Esta nueva interpretación, que revela la filosofía como el poder que ha influido y dominado el mundo durante 2300 años, no será comprendida ni aceptada por todos. Tal como lo afirma la revelación divina, la mayoría de las personas no creerán en este mensaje, sino que continuarán viviendo solo para el presente, para el "aquí y ahora", de acuerdo con las enseñanzas de la filosofía secular. La filosofía fomenta una vida centrada en lo inmediato y lo tangible, sin preocuparse por la dimensión espiritual ni por las consecuencias futuras de las acciones humanas. Este modo de vida es exactamente lo que la profecía advierte que dominará en el "tiempo del fin".
Sin embargo, el llamado sigue abierto para todos aquellos que deseen entender la verdad. Dios ha ofrecido esta revelación para advertir a la humanidad y dar a todos la oportunidad de reconocer la realidad. Aquellos que estén dispuestos a estudiar y comprender las profecías deben prestar atención a esta señal y buscar la sabiduría divina. El mismo Jesús dijo: "El que lea, que entienda", indicando la importancia crucial de comprender el mensaje profético para nuestro tiempo.
Aunque la mayoría de las personas rechazarán esta advertencia y seguirán viviendo de acuerdo con los valores de la filosofía, Dios conoce a todas las personas en la Tierra y está haciendo todo lo posible para advertirles sobre la inminente intervención divina. En su gran misericordia y justicia, Dios no dejará a la humanidad sin una advertencia clara antes de intervenir directamente en la historia de este mundo. Él conoce los corazones de las personas y sabe quién escuchará y quién ignorará este mensaje.
Las advertencias proféticas son una prueba del cuidado y amor de Dios por toda la humanidad. Él no desea castigar sin primero ofrecerle a la humanidad la oportunidad de entender y cambiar. Sin embargo, el tiempo de las advertencias es limitado, y la intervención divina llegará inevitablemente, ya sea que las personas lo crean o no. La intervención de Dios será directa y cambiará el curso de la historia, tal como lo predijeron todos los profetas.
Las palabras de Jesús: "El que lea, que entienda", son de importancia crucial para este tiempo. Este no es solo un mensaje para los del pasado, sino una advertencia directa para todos los que viven en el tiempo del fin. Este artículo es un llamado a todos aquellos que deseen comprender la verdad revelada en las profecías de Daniel. Ahora es el momento de estudiar y comprender correctamente esta profecía, porque ha llegado el tiempo de que sea desellada.
El dominio de la filosofía ha terminado, y Dios intervendrá para poner fin a esta era de confusión y rechazo de la revelación divina. Ahora es el momento de entender y prepararse para lo que vendrá. El mensaje es claro y directo, y el firmante de este artículo se une al llamado divino: "El que lea, que entienda".
La filosofía, a lo largo del tiempo, ha logrado posicionarse como una disciplina que afirma investigar y definir las verdades más profundas de la existencia. Una de las herramientas centrales que utilizan los filósofos es el concepto de "RAZÓN". Sin embargo, aquí surge un problema fundamental: el uso de la palabra "razón" por parte de los filósofos es engañoso, porque no tiene nada que ver con lo que la gente común entiende por este término. En este artículo, exploraremos cómo los filósofos usan esta palabra de manera que crea confusión, haciendo parecer que su pensamiento está en armonía con el entendimiento común de la racionalidad, cuando en realidad, las cosas son completamente diferentes.
Para la persona promedio, la razón es algo natural y accesible. Representa la capacidad de discernir entre lo correcto y lo incorrecto, de tomar decisiones lógicas en la vida diaria y de actuar basándose en el sentido común. La racionalidad innata de cada persona le ayuda a navegar por el mundo concreto, cumplir con sus responsabilidades morales y comprender las verdades esenciales de la vida.
Esta razón es simple y práctica, y la persona común no necesita teorías complicadas o conceptos abstractos para tomar decisiones correctas. Por ejemplo, cuando alguien elige decir la verdad en lugar de mentir, la decisión se basa en un instinto moral fundamental apoyado por su razón natural. La persona promedio vive de acuerdo con estos principios simples, guiada por su conciencia, sin sentir la necesidad de filosofar o complicar las cosas para comprender lo que está bien y lo que está mal.
Los filósofos, por otro lado, han desarrollado un concepto diferente, que también llaman "RAZÓN", pero que no tiene nada que ver con la razón utilizada por la gente común. Aquí surge el primer gran problema: el uso de la misma palabra crea la impresión errónea de que los filósofos están operando con las mismas herramientas cognitivas que la persona promedio, cuando en realidad están utilizando una forma de razón abstracta e inaccesible.
Esta "RAZÓN" filosófica es una construcción teórica compleja, a menudo desconectada de la realidad práctica de la vida diaria. Los filósofos afirman que, a través de este tipo de razón, pueden descubrir verdades superiores y universales a las que la persona común no puede acceder. El problema surge cuando utilizan el mismo término que usa la gente común, "razón", pero le dan un significado diferente sin aclarar esta diferencia.
A través de esta maniobra lingüística, los filósofos dan a entender que las verdades a las que llegan a través de esta RAZÓN filosófica están en perfecta continuidad con lo que cualquier persona racional comprendería por su razón innata. Esta es la gran "trampa". Los filósofos presentan sus teorías complejas como el producto de la misma razón que la persona común utiliza al tomar decisiones morales simples. Así, crean la impresión de que hay una armonía entre lo que ellos dicen y lo que cualquier persona racional diría, cuando en realidad, están operando en una dimensión de pensamiento completamente diferente.
La persona común puede ser engañada, creyendo que la filosofía es una extensión natural de su propia capacidad racional, cuando en realidad, los filósofos están hablando de algo completamente diferente. Esta confusión no es una simple malinterpretación accidental, sino una consecuencia directa del hecho de que los filósofos eligen usar el mismo término para dos realidades diferentes.
Un punto importante es que, si los filósofos decidieran llamar lo que hacen de otra manera, por ejemplo, si nombraran su proceso intelectual con un término completamente nuevo y diferente, digamos "XSDGASEWDSS", sería inmediatamente evidente para todos que lo que hacen es fundamentalmente diferente de la razón natural de la persona común. De esta manera, se trazaría una línea clara entre el pensamiento filosófico y el pensamiento común, y la gente entendería que no se trata del mismo tipo de razonamiento.
Sin embargo, al usar la misma palabra, los filósofos mantienen una ambigüedad que les permite parecer conectados a la razón natural de la persona promedio, cuando en realidad están utilizando un método completamente diferente. En lugar de aclarar esta distinción, prefieren mantener la confusión. Esta es la esencia de la trampa: promueven sus verdades filosóficas como producto de la misma razón que todos usamos, cuando en realidad es una forma de pensamiento altamente artificial y complicada, a menudo desconectada de la realidad práctica.
Esta confusión, creada intencionalmente entre la razón natural y la RAZÓN filosófica, conduce a una creciente distancia entre los filósofos y la gente común. Los filósofos parecen hablar el mismo lenguaje que nosotros, pero en realidad están utilizando un código de pensamiento diferente. Así, las personas que no están iniciadas en el pensamiento filosófico son llevadas a creer que las teorías y los conceptos de los filósofos son el resultado de un proceso de pensamiento tan accesible como su propia razón. En realidad, las verdades promovidas por los filósofos son el producto de un tipo de razonamiento que no tiene nada que ver con la razón natural, sino que es una forma de pensamiento artificial, complicada y a menudo desconectada de la vida práctica.
En lugar de ser transparentes y hacer esta distinción clara, los filósofos prefieren mantener esta confusión terminológica, consolidando así su posición de "poseedores de la verdad", mientras que la persona común es llevada a creer que lo que dicen los filósofos está en armonía con su propia razón.
La diferencia entre la razón de la gente común y lo que los filósofos llaman "RAZÓN" es enorme, aunque no siempre sea evidente debido al uso de la misma palabra para dos cosas completamente diferentes. Los filósofos, a través de este uso ambiguo del lenguaje, crean una confusión que lleva a la gente a creer que sus verdades abstractas y complicadas son el resultado de la misma razón que todos usamos. En realidad, los filósofos emplean un tipo de pensamiento diferente, separado de la razón natural y accesible para todos.
Si esta diferencia fuera aclarada y los filósofos utilizaran otro término para describir su proceso intelectual, quedaría claro que hay una gran distancia entre la razón natural y la RAZÓN filosófica. Pero al usar la misma palabra, los filósofos mantienen la ilusión de continuidad entre su pensamiento y el de la persona común, engañando así al público. Esta es la esencia de la "trampa" filosófica.
Aunque la filosofía fue inicialmente vista como una búsqueda de la verdad a través de la razón y la reflexión, irónicamente, con el tiempo ha desarrollado sus propios dogmas, reglas y estrategias para influir en el pensamiento humano. La filosofía moderna, en particular, ha creado un conjunto de principios que a menudo contradicen los valores religiosos y las tradiciones espirituales. Esta "razón suprema" se ha convertido, en esencia, en un estándar absoluto para determinar la verdad, reemplazando la revelación divina y fomentando un enfoque escéptico y relativista hacia todos los aspectos de la vida.
"Razón Suprema" – La Filosofía por Encima de la Revelación Divina
Uno de los mayores dogmas de la filosofía moderna es la idea de que la razón humana es el único camino válido hacia la verdad. Esto coloca a la razón por encima de cualquier forma de revelación o creencia religiosa. Filósofos como René Descartes promovieron la idea de que la duda metódica y la razón crítica son las únicas herramientas mediante las cuales podemos descubrir la verdad. Su famoso dicho “Cogito, ergo sum” (Pienso, luego existo) subrayó la centralidad de la razón como fundamento de la existencia y del conocimiento.
La filosofía moderna ha marginado cada vez más la idea de la revelación divina, rechazándola como subjetiva y carente de pruebas racionales. Immanuel Kant, por ejemplo, en su Crítica de la razón pura, argumentó que la razón humana es limitada y que no puede alcanzar verdades trascendentales, pero al mismo tiempo, sostuvo que solo a través de la razón podemos establecer principios morales y éticos universales.
Esta "razón suprema" ha sido utilizada a menudo para reemplazar o reinterpretar los conceptos espirituales y religiosos. La filosofía ha redefinido ideas como el bien, el mal, la moralidad y el propósito de la existencia en términos racionales y relativos, minimizando la importancia de la fe y la revelación divina en estos campos. De esta manera, la filosofía ha impuesto sutilmente un dogma de la razón, considerando cualquier otra fuente de conocimiento como inferior o inválida.
Dogmatismo Filosófico – La Ironía del Escepticismo
La filosofía, especialmente a través del escepticismo, cuestiona constantemente cualquier tipo de certeza o dogma. La paradoja es que la propia filosofía ha desarrollado una forma de dogmatismo del escepticismo, donde todo debe ser sometido a la duda, incluidas las creencias religiosas y los valores fundamentales.
El escepticismo radical es, en esencia, una forma de dogma: cualquier creencia es incierta hasta que pueda ser probada mediante la razón. David Hume, un escéptico renombrado, sostuvo que no podemos tener certezas sobre la causalidad o incluso sobre la existencia del mundo exterior, argumentando que todo nuestro conocimiento es simplemente un hábito de la mente. Este tipo de pensamiento condujo a una forma de relativismo filosófico, donde la verdad se convierte en algo que no puede establecerse con certeza.
En una sutil ironía, la filosofía ha creado sus propios dogmas en forma de este escepticismo extremo. El escepticismo se ha transformado en una especie de creencia absoluta en la incertidumbre de todas las cosas, incluidas las verdades espirituales y morales. A través de este escepticismo, la filosofía cuestiona la existencia de una verdad absoluta o de una fuente divina de conocimiento, lo que contrasta directamente con las teologías que se basan en la revelación divina.
Manipulación a Través del Lenguaje y la Retórica
Una de las tácticas filosóficas más poderosas e influyentes es la manipulación a través del lenguaje y la retórica. La filosofía utiliza a menudo conceptos complejos, razonamientos sutiles y paradojas para confundir o distorsionar la verdad. Esta técnica se emplea no solo para explorar diferentes posibilidades teóricas, sino también para imponer otros valores e interpretaciones sobre la realidad.
Los sofistas de la antigua Grecia fueron los primeros en utilizar el lenguaje como herramienta de manipulación. Eran conocidos por su habilidad para apoyar argumentos contradictorios y ganar debates, independientemente de la verdad del tema. Estas tácticas fueron adoptadas por los filósofos modernos y se utilizaron para redefinir conceptos como la esencia, la moralidad y la verdad.
Por ejemplo, la doctrina de la Trinidad en la teología cristiana fue influenciada por el concepto filosófico de esencia y sustancia, términos tomados del pensamiento de Aristóteles y Platón. Estos conceptos filosóficos fueron aplicados para describir la naturaleza divina de Dios, pero en el proceso, trajeron consigo un alejamiento de la simplicidad original del mensaje bíblico.
La manipulación filosófica de la verdad se puede ver claramente en la forma en que la filosofía ha impuesto valores e interpretaciones que contradicen la revelación divina. La filosofía puede "arrojar la verdad por tierra", reinterpretándola a través de razonamientos complicados y a menudo contradictorios. En lugar de buscar la verdad simple, la filosofía ha creado sistemas complejos de pensamiento que alejan a las personas de la fuente de la verdad divina.
Conclusión: La Filosofía y la Redefinición de la Verdad
La filosofía, aunque nacida del deseo de entender la verdad y explorar la naturaleza de la realidad, ha desarrollado con el tiempo sus propios dogmas, reglas y tácticas de manipulación del conocimiento. A través de la razón suprema, el escepticismo dogmático y la manipulación del lenguaje, la filosofía ha logrado redefinir conceptos esenciales como la verdad, la moralidad y la esencia divina.
Si bien el escepticismo y la razón son importantes para el pensamiento crítico, su uso excesivo puede llevar a una relativización de la verdad y a una confusión espiritual. La filosofía ha tenido un impacto profundo en la religión y en la sociedad, pero debe ser entendida y analizada con discernimiento, para evitar caer en la trampa de la manipulación sutil de los conceptos fundamentales.
La filosofía puede ser una poderosa herramienta para explorar la verdad, pero también puede convertirse en una trampa cuando su dogmatismo racional y escepticismo extremo intentan reemplazar la revelación divina y los valores espirituales.
A lo largo de la historia, la filosofía ha desempeñado un papel significativo en la formación e influencia de las estructuras políticas y sociales. A través de sus ideas, la filosofía política ha contribuido a la configuración de las sociedades y los gobiernos, al desarrollo de conceptos como los derechos y las libertades, e incluso a la justificación de acciones políticas controvertidas. La filosofía no ha sido solo un dominio abstracto de reflexión teórica, sino que ha tenido una aplicabilidad práctica profunda, moldeando y manipulando el pensamiento colectivo desde Platón hasta las ideologías modernas.
1. Filosofía Política: De Platón a John Locke y Karl Marx
Los orígenes de la filosofía política se remontan a la Antigua Grecia, donde Platón y Aristóteles sentaron las bases de la reflexión sobre la gobernanza y la sociedad. En "La República", Platón imagina una sociedad ideal gobernada por reyes-filósofos, aquellos que poseen la sabiduría necesaria para tomar decisiones correctas. Platón argumentaba que un gobierno ideal debía estar dirigido por quienes son capaces de comprender la verdad y el bien universales, es decir, por aquellos que tienen acceso al mundo de las ideas. Esta visión elitista del gobierno tuvo una influencia importante en el pensamiento político posterior.
Por otro lado, Aristóteles veía la política como una ciencia práctica centrada en el equilibrio y el bien común. En su obra "Política", sostiene que el Estado debe ser una comunidad que funcione para la felicidad y la prosperidad de sus ciudadanos. Criticó los sistemas tiránicos y defendió la idea de una forma de gobierno mixta, que incluyera elementos democráticos y aristocráticos, anticipando así ideas modernas sobre la gobernanza equilibrada.
Con el tiempo, los filósofos comenzaron a desarrollar los conceptos de derechos y libertades individuales, especialmente durante la Ilustración. John Locke, considerado el padre del liberalismo, introdujo un cambio significativo con su visión de los derechos naturales del hombre. En su obra "Dos Tratados sobre el Gobierno", Locke sostiene que el gobierno debe ser legitimado por el consentimiento de los gobernados y que los derechos fundamentales, como la libertad y la propiedad, no pueden ser violados por el Estado. Esta visión fue esencial para el desarrollo de las democracias modernas y la idea de que el poder político deriva de la voluntad del pueblo.
Karl Marx, por otro lado, transformó la filosofía política en una herramienta para el cambio radical de la sociedad. En su obra "Manifiesto Comunista", Marx criticó las desigualdades económicas y promovió la idea de una revolución para eliminar el capitalismo y crear una sociedad sin clases. La filosofía de Marx influyó decisivamente en la historia del siglo XX, dando lugar a la aparición de regímenes comunistas y moldeando las ideologías políticas de izquierda.
2. Cómo las Ideas Filosóficas Influyen en las Políticas Públicas y las Leyes
A lo largo de la historia, las ideas filosóficas han sido esenciales en el desarrollo de leyes y políticas públicas. Filósofos como Locke, Rousseau y Montesquieu contribuyeron directamente a la elaboración de los principios en los que se basan muchas constituciones modernas, incluida la de los Estados Unidos. Las ideas sobre la separación de poderes, los derechos fundamentales del hombre y la soberanía popular fueron fundamentadas filosóficamente antes de ser implementadas políticamente.
Rousseau, en "El Contrato Social", promovió la idea de que los gobiernos existen a través de un contrato implícito entre los gobernados y los gobernantes, y que la autoridad gubernamental debe reflejar la voluntad general del pueblo. Esta idea influyó en las revoluciones políticas en Francia y América, así como en muchas constituciones modernas.
Montesquieu, en "El Espíritu de las Leyes", destacó la necesidad de la separación de poderes – legislativo, ejecutivo y judicial – para prevenir los abusos de poder. Esta idea tuvo un impacto enorme en las constituciones modernas, incluida la estadounidense.
La filosofía también influyó en las políticas económicas. Las teorías económicas como el capitalismo y el comunismo tienen sus raíces en reflexiones filosóficas sobre la naturaleza humana y las relaciones económicas. Adam Smith, en "La Riqueza de las Naciones", sentó las bases de la economía de libre mercado, sosteniendo que "la mano invisible" del mercado regula la economía mejor que cualquier intervención gubernamental. Estas ideas llevaron a la adopción de políticas económicas liberales, promoviendo la desregulación y la competencia.
3. Filosofía Moderna y Racionalismo: Laicismo y Separación de la Religión del Estado
La filosofía moderna, especialmente a partir de la Ilustración, trajo un cambio importante en la forma en que la sociedad ve la relación entre la religión y la política. El racionalismo, promovido por filósofos como Descartes y Spinoza, colocó la razón y el pensamiento crítico en el centro de la búsqueda de la verdad, marginando así la influencia de la religión en la vida pública y política. Este movimiento condujo a la progresiva secularización de los Estados y a la separación de la religión del gobierno.
El laicismo sostiene que la gobernanza y las instituciones públicas deben estar completamente separadas de la religión. Este principio ha sido adoptado en muchas democracias occidentales, donde el gobierno y las leyes no se basan en dogmas religiosos, sino en la razón y los derechos universales del hombre. Esta idea fue claramente formulada por John Locke, quien, en "Carta sobre la Tolerancia", defiende que la iglesia y el estado deben ser entidades separadas para proteger la libertad religiosa y prevenir la tiranía religiosa.
Immanuel Kant, en su obra "Crítica de la Razón Pura", sostuvo que la razón humana es capaz de descubrir principios morales universales y crear un marco ético independiente de la religión. Esta idea llevó al desarrollo de teorías morales secularizadas y contribuyó a justificar la separación de la religión del estado.
La filosofía moderna y la Ilustración sentaron las bases de la democracia liberal moderna, los derechos humanos y la idea de una gobernanza basada en la ley, no en dogmas religiosos o tradiciones. Estas ideas condujeron a cambios políticos radicales, incluyendo la caída de las monarquías absolutas y la aparición de Estados republicanos.
Conclusión
La filosofía ha tenido un impacto profundo en el desarrollo de las sociedades y los gobiernos a lo largo de la historia. Desde el concepto del estado ideal de Platón, hasta las revoluciones políticas influenciadas por Locke y Rousseau, y los regímenes comunistas inspirados por Marx, la filosofía ha estado a menudo en la base de los grandes cambios políticos y sociales. Además, el racionalismo y la Ilustración abrieron el camino al laicismo y la separación de la religión del estado, contribuyendo a la creación de las sociedades democráticas modernas. La filosofía política, aunque teórica en esencia, ha demostrado que las ideas tienen el poder de moldear y transformar la realidad política y social.
Durante la vida y el ministerio de Jesús, el conflicto entre Él y los líderes religiosos judíos no fue solo personal o político, sino que representó un enfrentamiento de principios: la verdad revelada frente a las interpretaciones filosóficas de las Escrituras. Mientras Jesús traía el mensaje puro de las Escrituras, basado en la Ley y los Profetas del Antiguo Testamento, los sacerdotes, fariseos y saduceos habían construido un sistema religioso contaminado por la filosofía griega, pervirtiendo así el mensaje original de Dios.
Jesús basó todo su ministerio en las Escrituras del Antiguo Testamento, presentándose como el cumplimiento de la Ley y los Profetas. En Mateo 5:17, Jesús declara: «No penséis que he venido para abolir la Ley o los Profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir». Su mensaje era claro: Dios no había dejado a la humanidad sin guía ni revelación divina. El Pacto entre Dios y su pueblo se estableció a través de la obediencia a su Ley divina y la fe en sus promesas. La verdad fue revelada por Dios a través del Espíritu Santo, no mediante razonamientos humanos.
Detalles adicionales sobre la Teología del Pacto
La Teología del Pacto representa la columna vertebral de la relación entre Dios y su pueblo elegido, Israel. Esencialmente, este Pacto fue iniciado por Dios a través de Moisés y representaba una expresión de la gracia divina hacia el pueblo judío. El Pacto contenía promesas claras: bendiciones para la obediencia y el respeto a la Ley, y castigos para la desobediencia. Jesús se presentó como el cumplimiento de las profecías relacionadas con este Pacto, siendo el Salvador prometido que traería salvación a través de su obediencia perfecta a la Ley y su sacrificio.
Sin embargo, durante el período del Segundo Templo (516 a.C. – 70 d.C.), los líderes religiosos judíos fueron profundamente influenciados por la filosofía griega y la cultura helenística. Esta influencia creó una tensión entre la tradición fiel a las Escrituras y las nuevas interpretaciones de la Ley, distorsionadas por el pensamiento filosófico.
Los fariseos eran conocidos por su devoción a la estricta observancia de la Ley. Creían que el cumplimiento de los detalles legales era la clave para obtener la justicia ante Dios. Aunque su intención original era buena, las influencias filosóficas los llevaron a transformar la Ley en un sistema de reglas complicadas y estrechas que, en esencia, anulaban el espíritu de las Escrituras.
Contexto histórico de la formación de los fariseos
Los fariseos surgieron durante el período del Segundo Templo, alrededor del siglo II a.C., como un grupo religioso dedicado a proteger la pureza de la ley mosaica frente a las influencias helenísticas. Se presentaban como defensores de la Ley y de la tradición judía, en contraste con los saduceos, que estaban más cercanos a la aristocracia y al poder político. El nombre «fariseo» proviene del término hebreo «perushim», que significa «los separados», reflejando su deseo de separarse de cualquier impureza religiosa.
Confrontación con Jesús
Un ejemplo notable es la confrontación entre Jesús y los fariseos sobre la observancia del sábado. En Mateo 12:1-14, los fariseos acusan a Jesús de violar el sábado porque sus discípulos recogían espigas para saciar su hambre. Jesús les responde apelando a las Escrituras, mostrándoles que la misericordia y la compasión son más importantes que las reglas rígidas: «Pues os digo que algo mayor que el templo está aquí. Si hubierais sabido lo que esto significa: ‘Misericordia quiero, y no sacrificio’, no habríais condenado a los inocentes» (Mateo 12:6-7).
Aquí, Jesús devuelve la interpretación a la verdad divina de las Escrituras, subrayando que el espíritu de la Ley es la misericordia y el amor por las personas, no la aplicación mecánica de las reglas. Los fariseos, influenciados por un legalismo arraigado en los razonamientos filosóficos, habían perdido la esencia de la relación con Dios.
Otro enfrentamiento importante ocurrió entre Jesús y los saduceos, quienes, influenciados por el racionalismo, rechazaban la resurrección de los muertos y otros conceptos sobrenaturales. La filosofía epicúrea y estoica, que enfatizaba el materialismo y la razón, había llevado a los saduceos a negar la existencia de ángeles, espíritus y la resurrección.
Origen de los saduceos
Los saduceos, a diferencia de los fariseos, provenían de familias aristocráticas y estaban asociados con el sacerdocio del Templo de Jerusalén. Su nombre probablemente deriva del sumo sacerdote Sadoc, quien sirvió durante el reinado del rey David. Este grupo ganó reputación por apoyar un judaísmo centrado en el Templo y los rituales estrictos relacionados con el culto del Templo, pero sin reconocer la tradición oral de los fariseos.
Confrontación con Jesús
En Mateo 22:23-33, los saduceos desafían a Jesús con una pregunta sobre la resurrección, con la esperanza de desacreditarlo. La respuesta de Jesús subraya que no entienden las Escrituras, ya que se basan en razonamientos filosóficos y no en la revelación divina: «Erráis, porque no conocéis las Escrituras ni el poder de Dios». Jesús se refiere a Éxodo 3:6 para demostrar la resurrección, mostrando que Dios es un Dios de vivos, no de muertos.
Así, Jesús combatió las concepciones materialistas de los saduceos, mostrando que Dios opera más allá de la razón humana y que su poder se manifiesta en lo sobrenatural. Enfatizó que la fe debe basarse en lo que Dios ha revelado en las Escrituras, no en los límites impuestos por el pensamiento filosófico.
El enfrentamiento final entre Jesús y el Sanedrín durante su juicio fue influenciado no solo por consideraciones teológicas, sino también por conceptos filosóficos arraigados en el pensamiento griego, en particular en las teorías de Aristóteles sobre las «esencias» y las «sustancias». Esta visión filosófica influyó profundamente en la forma en que los líderes religiosos percibían la relación entre Dios y el hombre, contribuyendo a la condena de Jesús por lo que consideraban una blasfemia: una violación de los conceptos filosóficos sobre la naturaleza divina y humana.
La filosofía de las esencias: una fuente de confusión teológica
En la filosofía aristotélica, el concepto de «esencia» o «sustancia» representa la naturaleza fundamental e inmutable de una cosa. Los líderes religiosos judíos, que habían desarrollado su pensamiento bajo la influencia de la filosofía helenística, aplicaban esta idea a su teología. Para ellos, Dios era visto como una «esencia» completamente distinta y separada de la naturaleza humana, lo que significaba que ningún ser humano podía compartir esta esencia o pretender ser uno con Dios. Así, cuando Jesús afirmó ser el Hijo de Dios, interpretaron esta declaración en términos filosóficos del esencialismo, viéndola como una pretensión de compartir la misma esencia que Dios, una blasfemia imperdonable a sus ojos.
Jesús y la revelación de las Escrituras: una verdad basada en el Pacto
Mientras que los líderes religiosos basaban sus acusaciones en el concepto filosófico de las esencias, Jesús basó toda su autoridad en la revelación divina y en las Escrituras, no en especulaciones filosóficas. La clave para entender la posición de Jesús proviene del concepto del pacto, especialmente el pacto del ungido, que era un tema central en la historia bíblica de Israel.
Jesús nunca afirmó compartir la misma «esencia» que Dios en términos filosóficos griegos. En cambio, afirmó que era el Hijo de Dios basado en un pacto revelado y confirmado en su bautismo, cuando el Espíritu Santo descendió sobre Él y la voz de Dios dijo: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3:17). Este momento marca la unción de Jesús como el Mesías, el enviado especial de Dios para cumplir las promesas divinas.
Jesús legitimó su estatus como Hijo de Dios a través de las Escrituras, no a través de conceptos filosóficos griegos. En su discusión con los judíos, Jesús se refirió al Salmo 82:6, donde Dios dice: «Yo dije: Vosotros sois dioses», mostrando así que el término «dioses» ya había sido aplicado en las Escrituras a aquellos ungidos por Dios con una autoridad especial. Estas personas no compartían la esencia divina, sino que tenían una relación de responsabilidad y misión, siendo enviados para hacer justicia en el Nombre de Dios. Jesús, de manera similar, era el Ungido que venía a traer la Verdad acerca de Dios, representando plenamente al Padre. Como Él mismo dijo: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14:9).
La filosofía de las esencias frente a la revelación del pacto
Así, el conflicto entre Jesús y el Sanedrín fue una confrontación entre dos formas fundamentales de entender la relación entre Dios y el hombre. Los líderes religiosos, influenciados por la filosofía helenística, veían esta relación de una manera fija y estática, basada en el concepto de esencia, que excluía cualquier posibilidad de que un ser humano tuviera una relación tan cercana con Dios. Por otro lado, Jesús mostró que su relación con el Padre no se basaba en la esencia, sino en el pacto hecho entre Él y el Padre, que había sido validado por la unción del Espíritu Santo en su bautismo. Este pacto lo legitimaba para presentarse como el Hijo de Dios, sin violar ningún principio filosófico o teológico.
Los líderes religiosos, a través del prisma de la filosofía de las esencias, consideraron que la pretensión de Jesús de ser el Hijo de Dios era una blasfemia, ya que entendían este concepto como una reivindicación de compartir la misma esencia divina. En cambio, Jesús rechazó completamente esta forma de pensar, utilizando las Escrituras para mostrar que Él era legítimo como el Hijo de Dios en base a una relación de pacto, dentro de la cual Dios lo había enviado para traer salvación y revelar la verdad divina al mundo.
Así, mientras el Sanedrín condenaba a Jesús sobre la base de un concepto filosófico ajeno a la verdad de las Escrituras, Jesús se basaba únicamente en la revelación divina, confirmando que Él era el Hijo de Dios, no por "esencia", sino por la misión y la unción que había recibido en su bautismo, como había sido predicho en las Escrituras.
Jesús y sus discípulos se encontraron en un continuo enfrentamiento con los líderes religiosos judíos, que basaban sus creencias en la filosofía helenística y los razonamientos humanos. Mientras Jesús traía el mensaje claro de la verdad divina, basado en la revelación de las Escrituras y el poder de Dios, los fariseos, saduceos y otros líderes religiosos habían construido un sistema de creencias basado en interpretaciones filosóficas. Este conflicto entre las Escrituras inspiradas y la filosofía humana culminó en la condena de Jesús, pero la victoria final de la verdad revelada fue afirmada por su resurrección.
Este enfrentamiento entre la revelación divina y los razonamientos filosóficos sigue siendo una lección para quienes buscan comprender cómo las influencias filosóficas pueden distorsionar la Verdad.
El conflicto entre la filosofía y la revelación es una tensión profunda que ha moldeado a la humanidad desde los tiempos más antiguos. La filosofía, basada en la razón y la observación, siempre ha cuestionado las verdades sobrenaturales y divinas, buscando explicar el mundo mediante el poder del pensamiento humano. En contraste, la revelación, como manifestación directa de la divinidad, reclama la autoridad suprema sobre el conocimiento, ofreciendo verdades absolutas, más allá de la comprensión humana.
Este enfrentamiento no ha sido solo un desacuerdo intelectual. Ha sido una lucha por el control del conocimiento y por definir cómo las sociedades construyen sus entendimientos fundamentales sobre el universo, la moralidad y la verdad. Desde las primeras disputas en la Antigua Grecia, pasando por la Edad Media y la Ilustración, hasta la "muerte de Dios" proclamada por los filósofos modernos, esta lucha ha influido profundamente en todas las civilizaciones, dejando huellas profundas en la religión, la política y la ciencia.
Sin embargo, después de dos milenios de aparente silencio divino, la profecía sellada de Daniel 8 nos ofrece una nueva perspectiva sobre este conflicto, mostrando que Dios había previsto con precisión todo lo que iba a suceder. La filosofía asumió el papel de arquitecto de la sociedad humana, pero la revelación, a través de esta profecía, trae la respuesta final.
En la Antigua Grecia, los oráculos eran considerados fuentes esenciales de la revelación divina. Personas de todos los estratos sociales acudían a consultar a los oráculos con la esperanza de que los dioses les revelaran la verdad o les ofrecieran orientación. El más famoso de estos, el Oráculo de Delfos, se convirtió en un símbolo central de la sabiduría divina. Para los griegos, la revelación divina era incuestionable, y la religión y la política estaban impregnadas de esta visión sobrenatural.
Sin embargo, esta hegemonía de la revelación fue puesta en duda con la aparición de los primeros filósofos. Tales, Anaximandro y Heráclito buscaron explicar la realidad mediante métodos naturales y racionales, sin recurrir a la intervención divina. Tales propuso que el agua era la sustancia primordial del universo, mientras que Heráclito veía el fuego y el cambio constante como la esencia de la realidad. Estas teorías se basaban en la observación y el razonamiento, no en la revelación divina.
La mayor ruptura entre la revelación y la razón llegó con Aristóteles, un pensador que cambiaría para siempre la forma en que la humanidad ve el conocimiento. Aristóteles afirmó que la razón humana es la única fuente válida de verdad, y que el conocimiento debe adquirirse mediante la observación y el análisis lógico. En su obra Metafísica, Aristóteles sistematizó la filosofía de una manera que colocaba la mente humana por encima de cualquier otra fuente de conocimiento.
Esto marcó el comienzo de una lucha intelectual que duraría milenios y que por primera vez puso en duda la revelación.
Con las conquistas de Alejandro Magno, la filosofía griega superó sus fronteras iniciales y comenzó a influir en las civilizaciones del Medio Oriente y la India. El punto central de esta expansión fue la Biblioteca de Alejandría, fundada alrededor del año 283 a.C. No fue solo un lugar de recolección de conocimiento, sino un "templo de la filosofía", donde pensadores de todo el mundo se reunían para debatir ideas filosóficas, científicas y religiosas.
Este período marcó el inicio de la influencia de la filosofía en otras culturas, incluyendo el judaísmo. Aunque el judaísmo tenía una relación mucho más clara con la revelación, basada en las leyes dadas por Dios, el helenismo y la filosofía griega comenzaron a infiltrarse en el pensamiento judío, especialmente en sectas como los fariseos y los saduceos. Los fariseos, influenciados por el platonismo, creían en la inmortalidad del alma y en la resurrección, mientras que los saduceos, escépticos, negaban estos conceptos y estaban más cerca del racionalismo helenístico.
Esta infiltración de la filosofía en el pensamiento religioso preparó el terreno para el momento en que Jesús llegó, y los líderes religiosos de la época ya estaban influenciados por conceptos filosóficos, desafiando así los elementos fundamentales de la revelación divina. La filosofía comenzó a socavar la revelación divina, imponiendo el pensamiento racional como la fuente de conocimiento, incluso dentro de las tradiciones religiosas.
Con la expansión del cristianismo, la filosofía comenzó a desempeñar un papel central en la definición de los dogmas religiosos. Pensadores cristianos como San Agustín y Tomás de Aquino intentaron reconciliar la revelación divina con la razón humana. Agustín, influenciado por el platonismo, sostenía que la razón puede ayudar a entender la fe, mientras que Tomás de Aquino integró las ideas de Aristóteles en la teología cristiana.
Esta integración no estuvo exenta de consecuencias. La filosofía no solo complementó la revelación, sino que la transformó profundamente. Los dogmas más importantes de la Iglesia, como la Trinidad y la doble naturaleza de Cristo, fueron influenciados por debates filosóficos, no por la revelación pura. Las ideas filosóficas sobre la esencia y la existencia moldearon los conceptos religiosos centrales.
Aunque la filosofía fue utilizada para apoyar ciertos dogmas religiosos, gradualmente trajo la revelación bajo la autoridad de la razón. En lugar de ser un poder puramente sobrenatural, la revelación se convirtió en un dominio que debía ser explicado y justificado filosóficamente.
Con el Renacimiento y la Ilustración, la filosofía reanudó sus ataques frontales contra la revelación, de una manera que recuerda las disputas de la Antigua Grecia. La filosofía no solo cuestionó la revelación, sino que llegó a negarla abiertamente. A diferencia del período medieval, cuando la filosofía aún mantenía una "vestimenta religiosa", ahora renació con una libertad absoluta de expresión.
Filósofos como René Descartes, John Locke y David Hume defendieron ideas que atacaban los fundamentos de la fe religiosa.
Immanuel Kant y otros pensadores de la Ilustración subrayaron que la razón, no la revelación, es la fuente suprema de conocimiento. Poco a poco, la verdad revelada fue reemplazada por una verdad construida por el hombre, independiente de cualquier autoridad divina.
Este ataque abierto a la revelación se refleja perfectamente en la profecía de Daniel 8, donde el cuerno pequeño, simbolizando la filosofía, es descrito así: "Al final de su reinado, cuando los pecadores hayan colmado la medida de sus iniquidades, surgirá un rey insolente y experto en intrigas..." (Daniel 8:23)
Esta descripción es una referencia directa a cómo la filosofía moderna, sin restricciones, proclamó la muerte de Dios y desafió abiertamente la revelación. La filosofía, liberada de cualquier limitación, asumió el papel de arquitecto de la verdad en la sociedad.
El punto culminante de esta evolución se alcanzó en el siglo XIX, cuando Friedrich Nietzsche declaró "Dios ha muerto". Esto no fue solo una afirmación provocadora, sino un reflejo de la realidad intelectual y cultural de esa época. La filosofía, a través del racionalismo y el empirismo, había llegado a rechazar por completo la idea de la revelación divina.
Además, la filosofía desarrolló ideas diametralmente opuestas entre sí, pero que presentó simultáneamente como "verdades válidas". Por ejemplo, el capitalismo y el comunismo, dos ideologías filosóficas opuestas, fueron vistas como soluciones posibles para la organización de la sociedad. La filosofía moderna creó un panorama intelectual en el que la verdad se volvió relativa y subjetiva, y la confusión entre el bien y el mal se profundizó.
Esta manipulación de verdades y conceptos se ilustra en la profecía de Daniel 8:23, donde el "rey insolente y experto en intrigas" representa la filosofía, que, sin temor ni restricción, asumió el control del conocimiento y de la sociedad.
La profecía de Daniel 8 es una descripción exacta de la filosofía y su influencia sobre la revelación divina durante un período de 2300 años. La filosofía, simbolizada por el cuerno pequeño, es la fuerza que surgió de la Antigua Grecia y continuó desafiando la revelación divina.
"De uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho hacia el sur, hacia el este y hacia la Tierra Hermosa. Creció hasta llegar al ejército de los cielos, y derribó a la tierra parte de ese ejército y a las estrellas, y las pisoteó. Incluso se engrandeció contra el Príncipe del ejército, le quitó el sacrificio diario, y derribó su santuario." (Daniel 8:9-11)
Esta profecía describe perfectamente cómo la filosofía ha socavado la autoridad divina, "pisoteando" los fundamentos sagrados de la revelación y reemplazándolos con la razón humana. Dios permitió que la filosofía se manifestara libremente, pero esta profecía muestra que el fin de su dominio está cerca y que el período de control de la filosofía llegará a su fin.
El silencio de Dios ante este ascenso de la filosofía no fue una señal de ausencia, sino una estrategia divina. La profecía sellada de Daniel 8 es la respuesta final de Dios, que muestra que no solo sabía de antemano sobre el ascenso de la filosofía, sino que anticipó todo lo que iba a suceder.
Al final del período de 2300 años, la revelación triunfa, demostrando que la verdad divina no puede ser derrotada. La filosofía ha moldeado la sociedad humana y atacado la revelación, pero Dios siempre ha tenido el control final. A través de esta profecía, nos muestra que su verdad ha permanecido intacta y que el período de "silencio" ha llegado a su fin.
A lo largo de la historia, la filosofía y la teología han estado estrechamente vinculadas a lo que significa tener autoridad sobre la verdad. Estos campos, aparentemente dedicados a la exploración del pensamiento crítico y del espíritu revelador, han puesto el control de la autoridad en el centro de sus actividades. Sin embargo, más allá de eso, han desarrollado una habilidad sutil y a menudo evasiva para confundir y desviar la discusión cuando la Verdad se vuelve demasiado clara y difícil de cuestionar. En este artículo, exploraremos cómo funciona este mecanismo, particularmente a través del prisma de una profecía bíblica aparentemente simple pero llena de implicaciones: el Cuerno Pequeño de Daniel 8.
El Cuerno Pequeño de la profecía de Daniel 8 es un tema controvertido entre teólogos y filósofos. Dos grandes interpretaciones giran en torno a Antíoco Epífanes. Algunos teólogos "cierran" la profecía con él, mientras que otros lo "resucitan" 2.300 años después para convertirse en una especie de anticristo en los últimos tiempos. Pero, independientemente de la versión, en ambos casos, Antíoco se convierte en el símbolo del "Cuerno Pequeño".
El problema fundamental con esta interpretación es que ignora la evidencia cronológica y la lógica de la profecía. Según el texto de Daniel, el cuerno pequeño es un poder que no solo surge de Grecia, sino que permanece activo e influyente durante un período extremadamente largo, hasta los "últimos tiempos". Antíoco Epífanes, en cambio, es una figura limitada en el tiempo, con una influencia estrictamente localizada en el siglo II a.C. Entonces, ¿por qué estas interpretaciones siguen vinculando a Antíoco con el "Cuerno Pequeño"? Es simple: para evitar lo que es evidente.
Si Antíoco Epífanes no puede ser el Cuerno Pequeño, entonces ¿quién puede ser? La respuesta se vuelve clara si no solo seguimos el lugar y el tiempo de expansión del cuerno, sino también la naturaleza de sus actividades. El Cuerno Pequeño es una fuerza que surge en la Antigua Grecia, permanece activa durante 2.300 años y se centra en desafiar y socavar la autoridad divina y la revelación. Esto es una descripción casi exacta de la filosofía.
La filosofía surgió en la Antigua Grecia y, a través de grandes pensadores como Sócrates, Platón y Aristóteles, comenzó a desafiar cualquier forma de autoridad que no pasara por el filtro de la razón humana. Desde entonces, la filosofía ha influido profundamente en cada aspecto de la sociedad, desde la religión hasta la ciencia, la política y la ética. En resumen, la filosofía ha desafiado la autoridad divina y ha creado una nueva forma de autoridad: la razón humana.
Aquí es donde surge el verdadero desafío. Cuando se enfrentan a esta verdad simple, muchos teólogos y filósofos se refugian detrás de un juego dialéctico complejo, lleno de matices y sutilezas. ¿Por qué? Porque reconocer la filosofía como el Cuerno Pequeño significaría socavar su propia autoridad, ya que el "cuerno de la razón" en la profecía no es la razón de todos los hombres, sino solo la de los filósofos, que han asumido el rol de árbitros de la verdad.
Los filósofos no buscan la verdad para todos, sino para sí mismos. En otras palabras, no usan la razón como una herramienta universal, sino que la monopolizan y la utilizan para dictar qué es verdad y qué no lo es. Por eso, incluso cuando se enfrentan a un argumento claro y coherente, intentan desviar la discusión hacia complejidades innecesarias, relativizar la Verdad y crear confusión. Es un juego sutil de astucia intelectual, donde ellos controlan las reglas.
Desafortunadamente, los teólogos no son muy diferentes. Aunque afirman basarse en la revelación y las Escrituras, en realidad, a menudo caen en la misma trampa filosófica. Desean mantener una autoridad dogmática, donde la verdad sea decidida por la tradición y las élites religiosas, no por la auténtica revelación.
Como mencionas, el diálogo con ellos a menudo se convierte en un "diálogo de sordos", donde todos evitan enfrentarse a la verdad. En lugar de participar en una discusión honesta y abierta, los teólogos recurren a ambigüedades y relativismo, al igual que los filósofos. Esta es una estrategia para impedir que la verdad sea reconocida y aceptada. Saben que una verdad clara podría socavar el control que tienen sobre la interpretación de las Escrituras y los dogmas religiosos.
La profecía de Daniel 8 es simple, pero está llena de significados profundos. Describe un poder que tiene su origen en la Antigua Grecia y que desempeñará un papel central en desafiar la autoridad divina durante un largo período de 2.300 años. Se "alzará" contra las verdades espirituales, "derribará" el sacrificio continuo y destruirá muchos de los cimientos de la fe.
Usando esta descripción, no existe otra fuerza que cumpla con todos estos criterios más que la filosofía. La filosofía surgió en la Antigua Grecia y ha permanecido activa hasta nuestros días, influyendo no solo en la teología, sino también en la política, la ciencia y la sociedad en su conjunto. Ninguna otra potencia, ni Antíoco Epífanes ni ninguna otra figura histórica, puede sostener una influencia de 2.300 años centrada en socavar la revelación divina.
Como lo demuestra la historia, el Cuerno Pequeño de Daniel 8 no puede ser Antíoco Epífanes, y todos los intentos de vincularlo a esta profecía están llenos de lagunas y contradicciones. ¿Por qué el ángel hablaría de "tiempos lejanos" en el caso de una figura histórica que vivió durante la profecía de las "70 semanas"? Es un sinsentido. Por el contrario, todas las pruebas muestran claramente que la Filosofía es la única fuerza que surgió de la Antigua Grecia, ha estado activa durante 2.300 años y ha socavado continuamente la Revelación divina.
Los filósofos y teólogos pueden intentar eludir esta verdad, complicarla o diluirla, pero los argumentos siguen siendo claros. La Filosofía es el Cuerno Pequeño. Si no es la Filosofía, entonces ¿quién más podría ser?